lunes, 10 de enero de 2011

La Buena Vida.




Lento, sin una meta a la que llegar. Así se mueve el pequeño caracol entre el follaje del parque. Se deleita en la luz del sol, en el camino y en las pequeñas sorpresas que encuentra en él. Una mariquita o una seta, el borde afilado de una hoja otoñal sobre la que deslizarse. Sencillo, feliz, sin alardes ni fastos, el pequeño caracol atraviesa descuidado las verjas del parque.

No sabe que más allá de esas verjas el mundo es muy diferente. Ignorante, desconoce que se dirige a un lugar hostil donde todo y todos se agitan frenéticos en una carrera por ser y tener más, por estar delante a costa de todo y de todos. A costa del pequeño caracol.

La mecha avanza mucho más rápido que nuestro caracol. No falta mucho para acabe con él. Para siempre.

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